Las luces de neón de la ciudad
eran tan agobiantes como el ir y venir del tumulto de gente. Echaba de menos la
tranquilidad del campo, la brisa en mi cara cada mañana cuando salía a ver el
atardecer, todo eso ya se había perdido y ahora me encontraba en una ciudad
ruidosa.
Era lo único que llegaba a través
de la ventana, ruido, asqueroso e insufrible ruido. De vez en cuando escuchaba
la campana de tranvía que circulaba por la calle. La ciudad nunca dormía.
¿Dónde quedó el silencio de las
noches? ¿Dónde quedó aquella tranquilidad?
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